La idea es poder pensar si realmente existe una sexualidad diferente en las personas con discapacidad.En todo caso podemos reflexionar en que existen tantas maneras de vivir la sexualidad como personas existen, de ahí que podamos hablar de sexualidades y, al mismo tiempo, comenzar a hablar de personas con diversas maneras de actuar, vivir y sentir su vida sexual, por lo que podemos comenzar a hablar de diversidades sexuales.Comenzamos también así a ver un cambio en el significado de la frase “persona con discapacidad” y a hablar de un nuevo paradigma del vocablo discapacidad y poder también hablar de diversidad como palabra alternativa. Lo que hace referencia a que si una función, como puede ser la motora, está alterada por cualquier problemática, las funciones motoras serán diferentes a las de una persona que tenga una desorganización en sus funciones visuales, por lo que de allí radica el hablar de diversidades sexuales.Si bien es cierto que no se vive de la misma forma y que una persona sin disfunciones físicas tiene más oportunidades de vivir su sexualidad sin tantas dificultades, al igual que una persona con parálisis motriz podrá en ocasiones sentirse rechazada o no deseada por alguien. Emocionalmente y físicamente nos diferenciamos unos de otros, pero los deseos, las fantasías están en todos, aunque deseemos y fantaseemos cosas diferentes.Debemos tener en cuenta las potencialidades de cada uno, y no quedarnos tanto en las dificultades o en lo que no podemos. Una persona tímida se verá trabada si tiene que realizar una primera llamada para invitar a salir a alguien que le gusta y lo mismo le ocurre a una persona con problemas en el habla, a la que se le suma también la posibilidad de no acceder por sus propios medios a un teléfono. Lo que quiero decir es que los deseos están, lo especial, lo diferente es el modo de poder acceder y como a veces no se les facilita el camino a las personas que viven con una discapacidad.Es importante poder acompañar y ayudar a tomar decisiones sobre lo que deseen hacer; las personas con discapacidad tienen el derecho de poder vivir su sexualidad y de recibir ayuda que facilite el proceso, por ejemplo derribando mitos, haciendo saber que todas las personas tienen necesidades relacionadas con la vida sexual, como, por ejemplo, tocar, acariciar, ser tocado, ser acariciado, besar, ser besado. Sentir que gustamos y que nos gusta alguien. Que el ser discapacitado no lo discapacita para el amor ni frena el impulso de querer tocar, acariciar.Es necesario entonces brindar información a las familias, que sepan que el ser discapacitado no lo convierte en un angelito que vino a llenar la vida de una familia, sino que ese bebé crecerá y tendrá deseos sanos y naturales como cualquier persona no discapacitada y no por eso se convierte en demonio, sino que se convierte en un ser en el mundo que siente, sufre, se emociona, vive y puede elegir ejercer su sexualidad o no hacerlo. Pero para ello es necesario dar la oportunidad de espacios privados, de que socialice y que pueda tener encuentros íntimos si así lo desea y debe ser una decisión tomada desde su propia voluntad, sin exigencias de otros.Cada persona vive su sexualidad de manera diversa y lo refleja con sus actitudes; está el que se asombra de todo, el que critica, el que aprueba, está la persona que quiere conocer nuevas maneras de sentir, como la que vive llena de prejuicios referidos a la sexualidad en general o respecto a la que hace referencia a ciertos colectivos como niños, ancianos u homosexuales, por ejemplo.Los familiares de una persona con discapacidad, en general, no dudan en ayudarlos a bañarse, ni dudan en ayudarlos a vestirse, ni a comer, aunque me pregunto, a la hora de la sexualidad ¿los ayudan tan naturalmente como a encenderles la televisión o preparales la cena?Capítulo aparte va a merecer el pensar en una persona con discapacidad intelectualMaría Marta Castro MartínSexóloga educativaColumna del 11 de diciembre del 2012 presentada en el programa “Somos lo que hacemos”