Me gustaría primero recordar que todas las personas -independientemente de su condición física, intelectual o psíquica y a cualquier edad- tienen derecho a recibir educación e información sobre cuestiones de sexualidad, de acuerdo a su posibilidades comprensivas relacionadas con la edad cronológica, la maduración psíquica, el nivel intelectual, etc. Esto significa que dicha educación e información será adecuada a sus deseos, intereses, motivaciones y necesidades. Por otro lado, todos podemos hablar y trasmitir información, siempre que sea de calidad y científica. Silenciar y ocultar conocimientos contribuye a que todas las personas, sobre todo aquellas que por su discapacidad no tienen acceso fácil a información científica, se encuentren en situación de más vulnerabilidad y de riesgo a verse inmersas en una situación de abuso o violencia sexual.La tarea de educar debe ser en conjunto entre familia, docentes, instituciones y las propias personas con discapacidad, que son protagonistas de su propia vida y deben asumir su derecho a saber. Si todos asumimos nuestra responsabilidad y nos proponemos trabajar en el tema vamos a contribuir en la posibilidad de evitar un abuso sexual.Hablar de un tema como el abuso, ponerle palabras, hace que se vea, que se sepa y que actuemos en la tarea de educar para prevenir. No hay que silenciarlo. Debemos hablar del tema aunque no se nos pregunte, para permitir la creación de un espacio de participación y que surjan interrogantes y se facilite el poder hablar del tema. Mantener el tema silenciado no contribuye a mejorar la calidad de vida sexual de una persona. Ponerlo en palabras es una herramienta con la que podemos atender, prestar ayuda y educar. No obstante, hay que tener en claro que hablar de abuso no implica trasmitir un mensaje de miedo a vivir la sexualidad; debemos tener presente hablar desde las posibilidades de vivir una sexualidad placentera y sin temores. Cuidarse y estar alertado de situaciones de riesgo no implica que la sexualidad sea peligrosa. Ésta debe ser vivida como un aspecto de gran importancia en la vida de cualquier persona y el placer es uno de los objetivos de una vida sexual sana. Tengamos en cuenta que en sexualidad hay más situaciones beneficiosas que enseñar, que peligros a evitar. Que hablemos de abuso y violencia sexual no significa negar lo bueno.Las personas con discapacidad muchas veces tienen menos espacios y momentos de intimidad. Además, en muchas situaciones su cuerpo desnudo es visto y tocado por muchas personas. Si queremos educar y atender la sexualidad debemos generar espacios de intimidad, ya que ésta hace falta para crecer. Así, es sumamente importante enseñar y trasmitirles -y con más énfasis a las personas con discapacidad intelectual-, que su cuerpo les pertenece y por ello la persona que lo higieniza o le cambia la ropa debe avisarle y pedirle permiso para hacerlo, explicándole lo que va a hacerle.Debemos hablar sobre el pudor y tenerlo en cuenta, sobre todo cuando la persona con discapacidad se encuentra en un ambiente que no es el suyo, para no incrementar el sentimiento de verse vulnerable .También tener en cuenta, por ejemplo, que una persona que es trasladada por otra en una silla de ruedas, tal vez no pueda hablar, pero si escuchar; si yo me dirijo, entonces, a quien lo asiste y no a ella, estoy ignorándola y no respetando su posibilidad de responder de alguna manera. Debemos hablarle, explicarle, preguntarle a la persona discapacitada y esperar que, a su modo, pueda dar respuesta, considerándola primero a ella y luego a la persona que la asiste. Considerar su calidad de ser niño, adolescente o adulto, sin infantilizar o negar su posibilidad de aprender y saber.Es necesario que perciban que queremos hablarles y que no nos importa que nos hagan preguntas; que si sabemos las respuestas contestaremos y si no las sabemos podemos y debemos decir ?no sé?.Es importante que, al hablar del tema, mostremos disposición a hacerlo; que las personas con discapacidad sepan que su ?pregunta no nos intimida ni nos molesta?. Si en casa hay temas que se silencian y no se hablan, es muy difícil que la persona ?ya sea niño, adolescente o adulto- nos confíe sus dudas, inquietudes o miedos e, inclusive, puede hasta silenciar un malestar relacionado con un posible abuso, ya que, si de sexo en casa no se habla, ¿cómo le cuento a mamá, a papá o a quien me cuida que alguien me está tocando de una manera que me incomoda?Y si nos quedamos esperando que nos pregunten sin abrir nosotros el tema, puede pasar que lo hagan cuando ya estemos en medio de un problema más difícil de resolver, cuando, en realidad, si hubiésemos hablado de sexualidad desde sus aspectos positivos podríamos haber evitado el malestar.Cuando lo sexual se considera un tema secreto, el abuso resulta más sencillo. Una persona -ya sea pequeño o adulto- que no sabe hablar de sexualidad y no tiene con quien hacerlo, es más vulnerable frente al abuso. Si, por el contrario, sabe hablar y tiene con quien hacerlo, probablemente, ante una situación extraña, reaccionará contándolo.Una persona que sabe ser feliz y, por tanto, disfrutar de su sexualidad, seguramente sabe evitar consecuencias no deseadas: embarazos, ITS, SIDA, situaciones de abuso? Sin embargo, lo contrario no siempre es cierto: una persona que sabe evitar consecuencias no deseadas, no siempre sabe disfrutar y ser feliz con su vida sexual.
María Marta Castro Martín
Sexóloga Educativa
Acreditada por FESEA (Federación Sexológica Argentina)
Referente de la Red Mariposas Naranjas de Bs. As.La Red está integrada por ONGs formales e informales y también mujeres y varones de Latinoamérica, que trabajamos desde diferentes abordajes para poner fin a la violencia contra la mujer e infantes.
Directora de los espacios ESTIMULOS ADECUADOS Y EDUCAR EN SEXUALIDAD
Canal de You Tube : https://www.youtube.com/channel/UCkEfYtmlOSOLWZADmrjnIwg
Miembro Honorario de SPESH (Sociedad Paraguaya de Estudios sobre Sexualidad Humana)
Miembro de AASES (Asociación Argentina de Sexología y Educación Sexual) - Filial Buenos Aires Desde el año 2011 al 2015